Actualmente, con la tecnología avanzando de manera constante, con avances que quizás muchos no hubiesen alcanzado a imaginar años atrás, nos hemos ido adaptando a una forma de vida donde dependemos cada día más de nuestros equipos electrónicos: celulares, computadoras, tablas, entre otros, que nos facilitan muchas actividades del día a día.
El dinero fiat ha sido desplazado, en numerosos casos, por el dinero digital. Pagos con tarjetas de crédito, débito, transferencias bancarias e incluso criptomonedas, hacen que el dinero tangible conviva sin dificultad alguna con el digital, y las transacciones, para pagar bienes o servicios, pueden demorar solo algunos segundos.
El papel de los gobiernos
Cuando los gobiernos asumen esta realidad con responsabilidad facilitan a sus ciudadanos la prestación de servicios básicos tales como suministro de energía eléctrica, telefonía e internet los cuales inciden directamente en el proceso del manejo de dinero e inclusive en el rendimiento de muchos medios de producción que dependen directamente o indirectamente de estos servicios. En muchos países dichos servicios son manejados por organizaciones privadas que deben coordinar con los gobiernos para prestar una función acorde a sus usuarios y contribuir con el crecimiento y desarrollo de sus respectivos países.
¿Qué sucede si estos servicios fallan?
Una falla de cualquiera de estos servicios, con la elevada demanda que los mismos tienen en los en los actuales momentos, derivará en caos y pérdida de dinero no solo para las empresas, sino también para aquellos que, de manera individual, utilizan estos servicios para su trabajo diario: trading, comercio electrónico, entre otros. Sin mencionar otros efectos que este tipo de fallas generan sobre la población.
Luz u oscuridad
Un fallo en el suministro de energía eléctrica, lógicamente, cuando no hay luz solar, generará oscuridad, pero esa oscuridad no solo se refiere, en este caso, a falta de luz, sino que al fallar un servicio tan fundamental arrastra consigo a los otros como el servicio de telefonía e internet, entre otros, dejando cruzados de brazos a muchos que quedan sin poder realizar su trabajo o las operaciones electrónicas necesarias en muchos procesos.
Dejar a miles de personas sin suministro de energía eléctrica por 16, 24, 48 o 72 horas podría parecer una utopía en algunos países donde se asume con seriedad la prestación de servicios, pero en Venezuela ya se ha convertido en rutina generando pérdidas millonarias ( incluyendo la pérdida de vidas humanas) y sumiendo en la oscuridad total a la población . Pero como lo he sostenido, no es una oscuridad necesariamente por ausencia de iluminación artificial, sino que nos deja desarmados, sin herramientas para trabajar: realizar transacciones, comprar, vender artículos, comunicarnos; situación muy compleja en un país donde una parte de su población trabaja utilizando los servicios de internet para sobrevivir en medio de un panorama económico cada día más complicado. Todo esto sin contar el daño de los equipos por la caída de voltaje originada por las múltiples y permanentes fallas.
De la luz a la oscuridad
Cuando como ciudadanos tenemos en nuestras manos elegir a nuestros gobernantes, debemos tener conciencia total de lo que hacemos. Muchos asumen esto como una decisión más, pero en realidad estamos poniendo el futuro nuestro, el de nuestros hijos y el de millones de compatriotas en las manos de otros que, en muchas ocasiones, convierten la luz en oscuridad y matan los sueños y el futuro de su población a cambio de un proyecto en el que vale más una idea que la vida de su pueblo.